domingo, 28 de julio de 2013

Lo que digo de mí cuando hablo de ti



Cuando opinamos sobre una persona o situación no hacemos otra cosa que hablar sobre nosotros mismos.

Tenemos la falsa ilusión de que, cuando nos referimos a algo o a alguien, las características que le atribuimos forman parte de ese algo o alguien. Como si, por sí mismo e independientemente de nuestra percepción, tuviera esos atributos.

Sin embargo, cuando decimos de algo o alguien que es bueno o malo, justo o injusto, moral o inmoral, normal o anormal, útil o inútil... lo que subyace a estos juicios son nuestros propios valores, creencias, motivaciones, necesidades, miedos o deseos, a través de los cuales filtramos los estímulos que percibimos y nos posicionamos respecto a ellos.

De este modo, cuando digo por ejemplo que alguien es gilipollas, no es que esa persona tenga -en el sentido de que forme parte de ella- esa cualidad, sino que, al comparar sus conductas con las que en mi escala de valores se corresponden con una conducta normal y deseable, acabaré valorándola de tal modo.

Por otro lado, ocurre a menudo que, lo que dicen de nosotros las cosas que hacemos, decimos y pensamos no tiene nada que ver con las cosas que nosotros decimos que hacemos, decimos y pensamos.

Por eso es bueno pensar sobre esto, y luego decirlo y hacerlo.




Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

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