domingo, 20 de octubre de 2013

Los guiones que vivimos



































Desde la infancia se nos han ido inculcando ideas que hemos asumido y naturalizado sin ponerlas en cuestión. Ideas que están en la base de nuestras actitudes y que contemplamos como única forma posible de relacionarnos con el entorno y con nosotros mismos; consolidándose y generalizándose con el paso de los años.

Poco a poco, con esfuerzo, hemos aprendido a ser autosuficientes, a no mostrar debilidad, a poner siempre buena cara, a no llamar la atención, a tener que gustar a los demás, a darnos prisa, a tener que acabar lo que empezamos, a no fiarnos de los desconocidos, a controlar siempre las emociones, a no decir(nos) lo que pensamos, etc.

Sin embargo, como no se nos ha enseñado a identificar esas ideas, no solemos plantearnos si siguen siendo válidas o si son aplicables o no a todas las situaciones, por lo que resulta muy difícil apartarlas cuando nos están perjudicando y boicotean el logro de nuestros objetivos.

Paradójicamente, aprender a dejar de hacer algunas cosas es mucho más difícil que aprender a hacerlas.








Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

.

domingo, 6 de octubre de 2013

Teoría de la comunicación humana




Axioma 1: La imposibilidad de no comunicar

A veces pensamos erróneamente que cuando alguien no se mueve no está realizando ninguna conducta o que cuando no habla no se está comunicando.

No es posible la no-conducta, del mismo modo que no es posible la no-comunicación.

De este modo, podemos confundir "hablar" con "decir" y creer que una película no tiene guión por el simple hecho de que no tiene diálogos, como si los gestos -o la ausencia de estos- no dijeran suficiente.

A veces cuesta comprender algunas cosas que son importantes.






Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Pensar mucho no significa pensar bien



Ocurre a veces que, intentando dar una explicación a todo lo que sentimos, quedamos atrapados en un absurdo análisis que nos distancia de lo que estamos viviendo de forma que perdemos el contacto con ello.

Pensar sobre esta forma de actuar agrava más el problema, pero hablar sobre ello o que una amiga te lo ilustre tan guapamente puede ser un efectivo paralizador para este pensamiento paralizante.




Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Ya es tarde todavía


































El problema de vivir en "el allí y el entonces" en lugar de en "el aquí y el ahora" es que el presente es vivido como pasado, y por lo tanto, nos sentimos incapaces de modificarlo porque ya no estamos a tiempo.

Fin...





Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustraciones: Tamara Jiménez

.

domingo, 15 de septiembre de 2013

domingo, 8 de septiembre de 2013

El futuro era esto

A: Teléfono de emergencias, en qué puedo ayudarle?

B: ¿Oiga? Ayúdeme por favor, no sé dónde estoy.

A: ¿Qué quiere decir con que no sabe dónde está?

B: Está todo muy oscuro y no sé qué hago aquí.

A: ¿Desde dónde me está llamando?

B: Desde una cabina. Ayúdeme, se lo suplico.

A: A ver, tranquilícese y dígame su nombre.

B: Es que no recuerdo quién soy ¡No recuerdo nada!

A: Si no me da más datos no podré ayudarle. Dígame qué estaba haciendo justo antes de llegar a esa cabina. Intente recordar.

B: Llevo horas caminando en la oscuridad por un camino lleno de piedras, pero no recuerdo ni el momento ni el lugar del que salí. Ni siquiera el motivo.

A: Le propongo una cosa a ver qué le parece: usted me va describiendo lo que ve desde donde está y yo intento identificar el lugar en el que se encuentra. De este modo podré avisar a los compañeros que estén cerca para que puedan ir a ayudarle.

B: De acuerdo.

A: Me ha dicho que está todo muy oscuro, pero ¿No hay nada que se distinga sobre el resto?

B: Ya le he dicho que por el camino estaba todo negro, pero ahora, desde la cabina, veo luces de una ciudad a lo lejos, bajo mis pies. Debo estar en un lugar bastante alto.

A: Perfecto, ya vamos teniendo algo para situarnos. Según me dice, lleva caminando toda la noche, o desde donde recuerda, hasta que se ha encontrado con esa cabina, que parece estar a bastante altura porque puede ver bajo sus pies las luces de una ciudad. ¿Podría estar subiendo una montaña o algo así?

B: Puede ser, aunque no tengo claro si la dirección que llevaba era de subida o bajada.

A: No se preocupe, eso ahora es lo de menos. Fíjese detenidamente en esa ciudad que tiene ante usted y busque entre todas esas luces cualquier cosa que pueda llamar su atención. Algo característico que me pueda ayudar a identificar el lugar.

B: Parece que la ciudad es grande porque hay muchas luces.

A: Eso no me sirve de mucho. Fíjese bien y continúe buscando.

B: ¿Qué cojones quiere que encuentre?

A: Escúcheme. No puedo hacer más por usted que ayudarle a identificar la ciudad que tiene delante. Si conseguimos saber de qué ciudad se trata, identificaremos enseguida el monte o montaña sobre el que usted se encuentra y podré enviar a alguien para que acuda en su ayuda ¿Entiende?

B: Está bien, disculpe.

A: Busque entre las luces.

B: Espere un momento ¡Veo algo! ¡Hay algo que sobresale por encima de todo lo demás!

A: Perfecto, eso podría servir. Descríbame con detalle cómo es ese algo.

B: Es muy alto.

A: ¿Y qué más?

B: Está muy iluminado.

A: Para verse desde donde está usted debe estarlo. Lo está haciendo muy bien, continúe.

B: Es como una gran columna.

A: ¿Una simple columna o tiene algo más?

B: Tiene algo en la parte de arriba.

A: Siga describiendo. ¿Qué hay en la parte de arriba?

B: Son dos arcos.

A: ¿Dos arcos?

B: Así es, dos arcos grandes y amarillos.

A: Un momento ¿Esos arcos están unidos?

B: Exacto, uno pegado al otro.

A: ¿Y debajo de esos arcos hay una superficie roja con algo escrito?

B: Creo que sí, aunque no alcanzo a leer lo que pone.

A: ...

B: ¿Oiga? ¿Sigue ahí?

A: Lo siento mucho amigo, no le puedo ayudar.

B: ¿Qué ocurre?

A: Está usted más perdido de lo que piensa.

B: ¿Qué quiere decir?

A: Que está usted en cualquier lugar.






























Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

.



domingo, 1 de septiembre de 2013

Complejo de progreso*

Piensa en esto: cuando adquirimos un teléfono táctil adquirimos un pedazo del futuro que diseñaron en nuestro imaginario cuando éramos pequeños; una ilusión pensada por otros para que experimentemos la idea de lo que debe ser el progreso.

No adquirimos sólamente un teléfono con el que llamar y tener muchos planes, porque pensamos que estar más comunicados significa estar mejor comunicados. Adquirimos la posibilidad de estar disponibles para todo el mundo todo el tiempo; Adquirimos la necesidad de tenerlo siempre a mano y mirar la pantalla cada pocos segundos para tener la certeza de que no nos estamos perdiendo nada; Adquirimos la creencia de que, al tocar directamente sobre la pantalla, hacemos menos movimientos con el dedo que cuando pulsábamos botones, sintiéndonos así más inteligentes y eficaces. 

Adquirimos la posibilidad de nombrarnos y hacernos presentes en las redes sociales, y por tanto, de dar cuenta de nuestra propia existencia; Adquirimos la necesidad de sentir una y otra vez ese placentero alivio que provoca saber lo que hay que saber en el momento en el que está ocurriendo, y no más tarde, cuando ha perdido todo su valor; Adquirimos la necesidad de expresar lo que estamos haciendo o pensando, para que, al ser compartido, adquiera significado.

Adquirimos la necesidad de pensar en cómo nos piensan los demás, y de intervenir en ello seleccionando y publicando la información adecuada para salir lo más guapo/a posible en la imagen mental que tienen de nosotros; Adquirimos la sensación de estar viviendo nuestra vida en directo, porque las cosas ya no ocurren en el espacio físico en el que nos encontramos, sino en el espacio virtual en el que las contamos.

Realmente no era el móvil táctil lo que estaba en la mente de quienes diseñaron el futuro en el que estamos viviendo; Ni siquiera los televisores de plasma, ni las casas "inteligentes", ni los coches que aparcan solos, ni los robots de cocina. Tampoco los marcos digitales ni los cepillos eléctricos... éramos nosotros, como consumidores de esta idea de progreso los que estábamos siendo imaginados y hechos Realidad.

No adquirimos un teléfono táctil, nosotros somos los adquiridos.





* Este texto está inspirado en el relato de Julio Cortázar "Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj", musicado en este vídeo por Migala.




Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

.

domingo, 4 de agosto de 2013

"Puede haber más o menos inestabilidad, lo que no hay es estabilidad"




Por suerte.






Texto del encabezado: Eduardo Chillida
Texto de la ilustración: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Álvaro Nofuentes

.

domingo, 28 de julio de 2013

Lo que digo de mí cuando hablo de ti



Cuando opinamos sobre una persona o situación no hacemos otra cosa que hablar sobre nosotros mismos.

Tenemos la falsa ilusión de que, cuando nos referimos a algo o a alguien, las características que le atribuimos forman parte de ese algo o alguien. Como si, por sí mismo e independientemente de nuestra percepción, tuviera esos atributos.

Sin embargo, cuando decimos de algo o alguien que es bueno o malo, justo o injusto, moral o inmoral, normal o anormal, útil o inútil... lo que subyace a estos juicios son nuestros propios valores, creencias, motivaciones, necesidades, miedos o deseos, a través de los cuales filtramos los estímulos que percibimos y nos posicionamos respecto a ellos.

De este modo, cuando digo por ejemplo que alguien es gilipollas, no es que esa persona tenga -en el sentido de que forme parte de ella- esa cualidad, sino que, al comparar sus conductas con las que en mi escala de valores se corresponden con una conducta normal y deseable, acabaré valorándola de tal modo.

Por otro lado, ocurre a menudo que, lo que dicen de nosotros las cosas que hacemos, decimos y pensamos no tiene nada que ver con las cosas que nosotros decimos que hacemos, decimos y pensamos.

Por eso es bueno pensar sobre esto, y luego decirlo y hacerlo.




Texto: Miguel Ángel Agulló
Ilustración: Tamara Jiménez

.